Por: Matías Deppe.
Traces Palestine es un proyecto nacido desde la memoria, el arte y la necesidad profunda de reconectar a los palestinos —dentro y fuera de la tierra— con sus raíces más íntimas. A través de un trabajo delicado de orfebrería realizado por artesanos palestinos, cada pieza de la marca guarda dentro de sí fragmentos reales de ciudades, pueblos y aldeas que se han intentado borrar, pero que sobreviven en la identidad y en la resistencia de un pueblo disperso por el mundo.
En conversación con Al Damir, Shadi Mahmoud, fundador del proyecto, dio a conocer la historia detrás de Traces Palestine: cómo nació la idea, qué emociones la impulsaron y por qué estas piezas han logrado convertirse en símbolos de pertenencia, memoria y orgullo para miles de personas alrededor del mundo.
Shadi habla de Traces Palestine como quien habla de un recuerdo que nunca lo abandona. El proyecto, que hoy envía piezas a más de cuarenta países, no nació como una marca, sino como una necesidad íntima.
“Nací fuera de Palestina y lejos de ella. Crecí rodeado de familia y amigos palestinos que anhelaban un hogar al que no podían regresar. Cuando finalmente pude volver yo mismo, sentí que llevaba conmigo su añoranza”, comenta desde Palestina. Esa mezcla de retorno y responsabilidad emocional fue la chispa inicial.
«No quería volver solo. No quería ser el único que tocara esa tierra. Así que nació la intuición de que quizás había una forma de llevar Palestina de regreso a quienes la extrañaban desde lejos, e incrustar piedras reales de ciudades y pueblos palestinos dentro de joyas hechas por artesanos locales. Una idea tan sencilla como poderosa».
“Empecé sin conocimientos previos en orfebrería. Solo sabía que quería entregar algo que mis seres queridos pudieran valorar. Trabajé junto a artesanos hábiles en Palestina para hacer realidad esa visión. Desde el primer día, diseñamos las piezas para que reflejaran nuestra historia, nuestro patrimonio y nuestra narración colectiva”, en una decisión que marcó la identidad del proyecto: no se trataba de joyería, sino de memoria.
Piedras que respiran ciudades
Cada piedra que Traces Palestine utiliza, carga un universo dentro de sí. Shadi habla de ellas con una delicadeza que revela su profundo vínculo con la tierra: “Jerusalén lleva el aroma de sus piedras antiguas, Hebrón lleva las historias de artesanos que han mantenido vivas sus tradiciones a lo largo de generaciones, y Gaza es una herida abierta que respira fortaleza y sus piedras llevan el latido de la resiliencia. Es una tierra que se reconstruye una y otra vez, incluso cuando todo parece perdido”.
Para Shadi, estas piedras no son materiales de trabajo: son testigos silenciosos. Llevan el aliento de un lugar, la calidez de su gente y las historias de quienes antes caminaron por calles que hoy están destruidas. Más que adornos, son reliquias vivas.
Un puente para quienes no pueden volver
La iniciativa adquirió un significado aún más profundo cuando comenzó a recibir mensajes de palestinos de la diáspora que nunca habían podido regresar. Para muchos, sostener una pieza de Traces era tocar un fragmento de una geografía perdida.
“Cuando alguien recibe una piedra del pueblo del que sus padres hablaban, o de la tierra que dejaron sus abuelos, ocurre algo invisible pero muy real. Se convierte en un puente”, afirma Shadi.
Algunas personas le han escrito para contarle que sus piedras se sienten como tocar un recuerdo, una historia de la infancia, una fotografía antigua que toma vida. “En un mundo donde tantos no pueden volver, nuestras piezas ofrecen una forma íntima de regreso, y esto dejó de ser un proyecto para convertirse en una especie de cartografía emocional de Palestina dispersa en miles de cuellos, muñecas y manos alrededor del mundo».
Joyería como resistencia y preservación
La ocupación continuada ha borrado aldeas completas, renombrado calles y destruido barrios enteros. Frente a este intento sistemático de borrar la identidad palestina, Shadi entiende su trabajo como un acto de resistencia.
“Preservar la cultura se vuelve una obligación cuando la ocupación intenta desmantelar todo. La joyería hecha a mano, con métodos tradicionales, protege aquello que no puede ser arrasado: nuestra identidad, nuestra memoria, nuestro patrimonio”, reflexiona.
Para él, cada pieza afirma algo que la historia se ha empeñado en negar. “Seguimos aquí. Cuando alguien usa una pieza con una piedra palestina incrustada, dice: esta es mi tierra, mi historia, mi continuidad».
El sello único de la artesanía palestina
Cuando se le pregunta por qué aspira al reconocimiento internacional por su método de orfebrería, Shadi responde sin pretensiones, pero con claridad: la artesanía palestina tiene una personalidad propia.
“Está enraizada en tradiciones transmitidas de generación en generación”, explica. “Lo que la hace única es que la belleza y la resiliencia van de la mano. Una pieza palestina nunca es solo diseño, es una narrativa completa. La gente siente la autenticidad y que hay algo más allá».
Esta combinación entre técnica, historia y emoción hace que las piezas de Traces se sientan distintas incluso para quienes no tienen un vínculo familiar con la tierra.
Un mensaje que viaja por el mundo
Cuando imagina lo que quiere que una persona sienta al recibir una pieza, Shadi distingue entre quienes son palestinos y quienes no lo son, pero al final, su mensaje es uno solo.
“Para un palestino, espero que se sienta como llevar un pequeño fragmento de hogar, un susurro que diga: perteneces, incluso desde lejos». Para quienes no son palestinos, su deseo es que la pieza se convierta en un símbolo de solidaridad, respeto y reconocimiento hacia una cultura que ha soportado tanto.
Pero hay algo más, un mensaje silencioso que quiere que viaje con cada pieza, sin importar su destino: “La resiliencia es la historia de Palestina”.
Traces Palestine no es solo una marca: es un puente emocional hacia un hogar que muchos no han podido pisar, una forma de preservar recuerdos colectivos y un acto de resistencia cultural frente al intento de borrar la identidad palestina.
Escuchar esta historia permite comprender cómo el arte puede transformar el desarraigo en belleza, el dolor en significado, la nostalgia en un gesto de conexión, e incluso frente a la pérdida, la identidad puede seguir brillando —literal y simbólicamente— a través de pequeñas piezas que viajan por el mundo llevando consigo un trozo de Palestina.

