El Colegio Árabe de Santiago fue fundado en 1977 como resultado de la iniciativa de un grupo de visionarios miembros de la colectividad árabe en Chile, con el propósito de contribuir activamente al país que los acogió. La antesala de este proyecto fue impulsada por la Asociación Chileno Árabe Femenina, que en marzo de 1974 dio inicio al funcionamiento de un jardín infantil en la antigua casa del Club Palestino.
Actualmente, a casi 50 años de su fundación, y frente a la creciente demanda por más espacio, el aumento de la matrícula y las nuevas exigencias del modelo educativo contemporáneo, el Colegio Árabe de Santiago ha emprendido un ambicioso proyecto que duplicará su capacidad actual. Esta iniciativa no solo responde al sostenido crecimiento en el número de estudiantes, sino también a la necesidad de contar con una infraestructura moderna, inclusiva y versátil, capaz de albergar nuevas metodologías de enseñanza, espacios colaborativos, áreas deportivas y laboratorios especializados.
En Al Damir, conversamos con los arquitectos de Eliash & Schmauk Arquitectos Ltda.; con la arquitecta Mabel Briceño, directora de infraestructura del Colegio; y con el rector Jorge Álamo, coordinador general del proyecto. Junto a ellos, exploramos en profundidad los desafíos que ha implicado su diseño y ejecución, los elementos de la cultura árabe que se han integrado en su arquitectura, y cómo se ha planificado cada etapa de la obra para asegurar que su desarrollo no interfiera con el funcionamiento cotidiano del colegio ni con la continuidad del proceso educativo.

¿Cuáles son los elementos esenciales del proyecto de remodelación en el Colegio Árabe de Santiago?
Desde el inicio, entendimos que este proyecto debía reflejar la propuesta educativa del Colegio Árabe: una formación de excelencia, inclusiva y comprometida con la transformación cultural y social. La arquitectura debía ser más que una solución funcional; debía convertirse en una herramienta activa para el aprendizaje, capaz de acompañar e inspirar a la comunidad escolar.
Uno de los principales desafíos fue reorganizar un conjunto escolar fragmentado, con espacios subutilizados y de difícil acceso. La propuesta establece circulaciones fluidas y conexiones lógicas entre los programas académicos, integrando espacios comunes que fomentan el encuentro y la vida comunitaria.
Así emergió una nueva expresión arquitectónica del colegio: más coherente, luminosa y generosa, que no solo soluciona las carencias anteriores, sino que también fortalece su presencia urbana. Se priorizó, además, que los recintos subterráneos contaran con luz natural y ventilación, mediante patios ingleses diseñados con especial cuidado.
¿Qué elementos de la cultura árabe incorporaron al edificio?
Nuestro enfoque fue claro desde el comienzo: no queríamos recurrir a representaciones simbólicas superficiales, sino a una integración profunda de los principios culturales árabes, reinterpretados desde una mirada arquitectónica contemporánea.
Incorporamos la mashrabiya, o celosía árabe, como un gesto central en las fachadas. Este elemento milenario regula el ingreso de luz y calor, permite la ventilación natural y, simbólicamente, establece un filtro entre lo público y lo privado. Más allá de su funcionalidad, es un guiño al legado matemático y geométrico del mundo árabe, que ha influido en la arquitectura global y que hoy resignificamos en un lenguaje sobrio, funcional y contemporáneo.
¿Qué fases comprende el proceso de remodelación y cómo se llevarán a cabo?
El plan maestro de remodelación se desarrollará en tres fases sucesivas, cuidadosamente diseñadas para ser compatibles con el funcionamiento diario del colegio y sus ciclos lectivos. Cada etapa es autónoma y responde a criterios técnicos y logísticos que permiten su ejecución progresiva sin interrumpir la vida escolar ni comprometer la seguridad ni el desarrollo académico.
La Fase 1, ya finalizada, habilitó espacios esenciales como nuevas oficinas, sala de computación, salas de profesores y enfermería. Actualmente se encuentra en proceso de licitación la Fase 2, cuya entrega está prevista para marzo de 2027, e incluirá un gimnasio con capacidad para más de 230 personas, un Aula Magna con 400 butacas, once salas de clases, talleres de cocina y danza, tres laboratorios científicos, un nuevo ascensor y un eje vertical de circulación que garantizará accesibilidad universal.
Finalmente, la Fase 3, proyectada para marzo de 2029, contempla la renovación del núcleo administrativo, incorporando nuevas oficinas de Rectoría, salas de directorio, administración central, comedor, oratorio ecuménico, tres salas de clases y un estacionamiento subterráneo para 40 vehículos.

¿Cómo se organizará la obra para hacer compatible el trabajo de la empresa constructora con las clases del colegio?
Desde su origen, uno de los ejes estratégicos del proyecto fue asegurar que la ejecución de la obra no interfiriera con el normal desarrollo del colegio. Para ello, se diseñó una secuencia de intervención por fases completamente independientes y autoconfinadas.
El emplazamiento del colegio —que cuenta con accesos por dos calles distintas— representa una ventaja operativa fundamental. Durante la Fase 2, el ingreso de los estudiantes se realizará exclusivamente por calle Cerro Altar, mientras que la obra operará por calle Presidente Riesco. En la Fase 3, esta lógica se invertirá: los alumnos ingresarán por Presidente Riesco y la construcción se ejecutará desde Cerro Altar.
Este sistema garantiza una separación física y operativa clara entre el funcionamiento del colegio y el desarrollo de la obra, asegurando la seguridad de los estudiantes, la continuidad del calendario académico y el cumplimiento de los plazos constructivos establecidos.
