Por: Gazan Qahhat Khamis
Lucía Newman, jefa de la corresponsalía de Al Jazeera en América Latina, ha cubierto conflictos armados en todo el continente y en distintas partes del mundo. Con más de cuatro décadas de trayectoria, denuncia que el periodismo se ha convertido en una de las profesiones más peligrosas, marcada por la impunidad de quienes asesinan a periodistas.
En conversación exclusiva con Al Damir, afirma que lo que ocurre en Gaza ha sobrepasado todos los límites: jamás, ni siquiera en las guerras mundiales, se había matado a tantos periodistas, fotógrafos y camarógrafos como lo ha hecho Israel, al que acusa de justificar los asesinatos y de actuar con un “cheque en blanco” frente a la comunidad internacional. Habla del dolor personal y profesional de perder colegas que trabajaron bajo amenazas, sin acceso a alimentos, agua o medicinas, y destaca su admiración por su valentía.
Critica la inacción global, advierte que “matar al mensajero” podría convertirse en norma y plantea la necesidad urgente de mecanismos internacionales más fuertes para proteger la labor periodística. Subraya el papel esencial de la prensa para documentar crímenes de guerra y violaciones de derechos humanos, incluso cuando los perpetradores niegan los hechos.
Más allá de lo profesional, confiesa la frustración e impotencia de presenciar el sufrimiento de la población civil en Gaza, reconociendo que solo le alivia saber que en Chile se han alzado voces y manifestaciones contra el genocidio que el mundo ve en directo.


Has cubierto conflictos armados en toda América Latina y otras partes del mundo. ¿Cómo ha moldeado esa experiencia tu mirada sobre lo que ocurre hoy en Gaza?
Me ha quedado muy claro que el periodismo se ha convertido en una de las profesiones más peligrosas del mundo, marcada por la total impunidad de quienes nos asesinan. En los años ’80 y ’90 solíamos desplazarnos a zonas de conflicto en vehículos y con chalecos antibalas identificados con la palabra PRENSA o TV. Aquello significaba que éramos periodistas y, de algún modo, nos ofrecía cierta protección.
Hoy, la misma etiqueta conserva el significado, pero más bien nos convierte en blancos.
Lo que ocurre en Gaza, sin embargo, ha sobrepasado todos los límites. Jamás, en la historia de un conflicto —ni siquiera en las guerras mundiales— se había matado a tantos periodistas, camarógrafos y fotógrafos. El Estado de Israel se ha convertido en el campeón mundial en la matanza de periodistas. No solo nos matan, sino que lo justifican. Eso es totalmente nuevo.
¿Qué significa para ti, en lo personal y en lo profesional, perder compañeros y colegas en Gaza?
Es terriblemente doloroso. He perdido a muchos colegas a lo largo de los años, pero nunca como ahora. Antes del 9 de octubre, la región con más asesinatos de periodistas era América Latina, especialmente México.
Las condiciones en las que han trabajado mis colegas de Al Jazeera en Gaza y los territorios ocupados por Israel —bajo amenazas constantes del gobierno de Netanyahu, sin alimentos, agua ni medicinas, y en permanente peligro— son inimaginables. No puedo creer su valentía y dedicación. Mi admiración fue y sigue siendo infinita.
Por eso, cuando escucho al embajador de Israel en Chile repetir mentiras infundadas para justificar el asesinato premeditado de nuestro equipo en Gaza, me resulta muy difícil contener la ira.
A pesar de las condenas internacionales a los ataques contra periodistas, ¿crees que estas acciones son insuficientes para proteger la labor periodística en zonas de conflicto?
Claramente, sí. La comunidad internacional ha estado sorda y ciega ante los horrores que tienen lugar en Gaza, por lo menos hasta hace muy poco. Y, aun cuando existe presión, el gobierno israelí sabe que tiene un cheque en blanco, que puede hacer lo que quiera. Ha demostrado que violar el derecho internacional, en todos los niveles, no significa nada.
No sé qué ocurrirá, pero, a menos que los periodistas de todo el mundo unan fuerzas, “matar al mensajero” se convertirá en una costumbre, en lugar de una excepción intolerable.
¿Qué mecanismos reales crees que deberían existir para garantizar que el trabajo de la prensa sea respetado en escenarios como Gaza?
Es una pregunta muy difícil de contestar en estos momentos. El Comité para la Protección de los Periodistas insiste en la necesidad de incrementar la presión internacional, de llegar a acuerdos multinacionales más fuertes para garantizar la libertad de expresión y, sobre todo, de reforzar los compromisos con la defensa del periodismo, sea cual sea su postura editorial.
Tristemente, no vemos eso. Al contrario, la prensa independiente es vista a menudo como un obstáculo, y a veces incluso como el enemigo. Es como estar permanentemente entre fuegos cruzados, especialmente cuando quien tiene el poder de las armas considera que el fin justifica los medios.

¿Qué papel juega la prensa en documentar crímenes de guerra y violaciones a los derechos humanos cuando los perpetradores niegan los hechos?
Los medios de comunicación son, obviamente, indispensables. Nuestro trabajo es dar voz a quienes no la tienen, revelar abusos de todo tipo y permitir que el público esté informado para que pueda sacar conclusiones y actuar.
Es evidente que los criminales, los funcionarios corruptos o los gobiernos ineptos intentarán ocultar o negar sus acciones. Lamentablemente, muchas veces los medios son controlados precisamente por quienes los periodistas deberían estar denunciando.
Con las nuevas tecnologías disponibles, es más fácil demostrar violaciones de los derechos humanos, pero eso también implica una mayor responsabilidad y profesionalismo por parte de los periodistas.
Más allá de lo periodístico, ¿qué emociones y reflexiones te deja ver el sufrimiento de la población civil en Gaza?
Creo que cada día nos pesa y duele más ver lo que ocurre allí. Siento mucha frustración porque sé que no puedo hacer nada, o casi nada, por ayudar. Sin embargo, es un consuelo vivir en Chile, donde se han hecho un sinnúmero de manifestaciones y declaraciones en contra del genocidio que estamos presenciando en vivo y en directo.
Nadie que tenga corazón puede justificar esto.
