El 15 de mayo de 1948 no es una fecha más para el pueblo palestino. Es el día que representa la pérdida, el desarraigo y el inicio de un exilio que aún no termina. Ese día, al otro lado de la historia oficial que celebraba la creación del Estado de Israel, comenzaba para los palestinos lo que ellos denominan la Nakba —la catástrofe—, un proceso de limpieza étnica, expulsión masiva y destrucción sistemática de sus pueblos.
Entre 1947 y 1949, cerca de 750.000 palestinos fueron expulsados de sus hogares ante las amenazas de grupos terroristas sionistas. Más de 530 aldeas y ciudades palestinas fueron arrasadas o despobladas. Familias completas escaparon con lo puesto, pensando que podrían regresar pronto. Pero no volvieron. En su lugar, sus casas fueron ocupadas o demolidas, sus tierras expropiadas, sus nombres borrados del mapa.
Un ejemplo de eso es la aldea de Deir Yassin, donde más de 100 palestinos fueron masacrados por grupos sionistas como el Irgún y Lehi. Fue una advertencia: quien no se fuera, corría el riesgo de ser asesinado.


Durante décadas, la narrativa dominante sostenía que los palestinos habían huido por propia voluntad o en medio del caos. Sin embargo, historiadores como Ilan Pappé, Benny Morris y Walid Khalidi han desmentido esa versión. Pappé, en su libro La limpieza étnica de Palestina, demuestra con documentos oficiales que la expulsión fue parte de un plan sistemático, conocido como Plan Dalet, diseñado por la Haganá (grupo terrorista, predecesor de las fuerzas de Ocupación) para conquistar territorios asignados a los árabes y asegurar una mayoría judía.
La Nakba fue una limpieza étnica planificada. No fue un accidente ni una consecuencia inevitable de la guerra. Fue el método mediante el cual se creó un Estado sobre las ruinas de otro pueblo.
La vida en el exilio y la negación del Derecho a Retorno
El desplazamiento generó una de las mayores crisis de refugiados del siglo XX. Los palestinos expulsados se asentaron principalmente en Gaza, Cisjordania, Líbano, Jordania y Siria, muchos de ellos en campos de refugiados gestionados por la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos). En muchos casos, esas tiendas de campaña se convirtieron en barrios de concreto sin ciudadanía, sin derechos plenos, y sin la posibilidad de regresar.
Actualmente, más de 6 millones de palestinos son refugiados o descendientes de refugiados de la Nakba. Viven con un estatus precario, enfrentando discriminación legal y restricciones de movilidad. Conservan las llaves oxidadas de sus casas y los títulos de propiedad, como símbolo de un derecho que les fue negado: el derecho al retorno, consagrado en la Resolución 194 de la ONU (1948), que Israel ha ignorado desde entonces.

La Nakba hoy: Gaza, Cisjordania y Jerusalén
Contrario a lo que podría pensarse, la Nakba no terminó en 1948. Para el pueblo palestino, es un proceso que continúa.
En Gaza, la mayoría de la población actual son descendientes de refugiados de la Nakba. Desde octubre de 2023, más de 1,7 millones de personas han sido desplazadas nuevamente por los bombardeos israelíes. Gaza vive bajo asedio, con cortes de agua, electricidad, alimentos y acceso médico. Organismos internacionales han advertido que la situación humanitaria es catastrófica, y que lo que ocurre en Gaza podría constituir una nueva Nakba en tiempo real.
En Cisjordania, la expansión de asentamientos israelíes y la demolición de viviendas palestinas continúa día a día. Existen más de 700.000 colonos israelíes viviendo ilegalmente en territorio ocupado. Los palestinos enfrentan bloqueos, confiscación de tierras, violencia de colonos y un sistema de leyes que los discrimina sistemáticamente.
En Jerusalén Este, barrios enteros han sido desalojados mediante presiones legales o expulsiones directas, con el objetivo de alterar el carácter demográfico de la ciudad.
Negar para borrar
El Estado de Israel ha promovido políticas activas para negar la existencia de la Nakba. Se ha prohibido conmemorarlo en escuelas públicas, se ha penalizado la enseñanza de estos hechos, y se ha criminalizado incluso su recuerdo en espacios institucionales. Para muchos israelíes, la Nakba no existió o fue culpa de los propios palestinos. Pero los testimonios, documentos y registros gráficos lo desmienten.
La negación no solo busca reescribir la historia: busca borrar una identidad. En contraposición, los palestinos han construido una cultura de la resistencia basada en la memoria, la transmisión oral y el derecho histórico.


Cada 15 de mayo, los palestinos en todo el mundo conmemoran el Día de la Nakba. Es una jornada que no solo recuerda la pérdida del hogar, sino también afirma la esperanza del retorno. En marchas, actos simbólicos y eventos culturales, las nuevas generaciones aprenden que la historia de Palestina no comenzó en 1967 ni en 2000. Comenzó con la expulsión, el despojo y la negación de un pueblo.
La Nakba marcó a Palestina para siempre. No solo por lo que se perdió, sino por lo que aún no se ha reparado.
