Autor de “Un Playlist para Alejandra”, el escritor dominico-palestino reflexiona sobre identidad, literatura, exilio y la potencia del cuento breve como forma de resistencia.
Santo Domingo, Ciudad de México, Beit Jala. Entre esas tres geografías —una insular, otra continental y la última ancestral— transita la vida y la obra de Sugel Gamal Michelén, escritor nacido en República Dominicana e hijo de padre palestino. Con raíces familiares en Belén y Beit Jala, su identidad árabe-palestina se tejió entre sermones cristianos, bibliotecas heredadas y un Caribe que a veces acoge, a veces caricaturiza.

En su libro Un Playlist para Alejandra, editado por BECREA de México, Gamal reúne más de quince años de cuentos breves publicados originalmente en su columna de prensa. Pero la obra va más allá del reciclaje: celebra el cuento como género mayor, redescubre historias personales y colectivas, y da voz a la memoria emocional de una generación marcada por el desarraigo, el humor y la búsqueda de sentido.
“Mi casa estaba llena de libros. Mi papá era pastor, y verlo luchar con la página en blanco me marcó. Desde niño escribía poesía mientras otros jugaban baloncesto”, recuerda. Aunque estudió economía, pronto entendió que su camino estaba en las letras. Trabajó en publicidad, fundó una revista de cultura contemporánea, y con el tiempo construyó una carrera como columnista. “Me decían que no se podía vivir de la escritura, que uno terminaba loco o muerto de hambre. Yo decidí intentarlo igual”, confiesa.
Pero fue la identidad palestina lo que le dio un eje narrativo. “Es como una muñeca rusa”, dice. “Tiene capas: es una etnia, un gentilicio, una bandera de resistencia. Y en mi caso, también es una identidad de la diáspora”. Esa conciencia se intensificó tras el 11 de septiembre, cuando ser árabe en el Caribe dejó de ser una nota exótica para convertirse en motivo de burla. “Me decían talibán o que ponía bombas. En República Dominicana todo se vuelve chiste, pero para mí era muy real. Luego viví en Estados Unidos durante las guerras de Irak y Afganistán, y ahí sentí aún más el rechazo. Eso alimentó mi sentido de resistencia.”
La literatura, entonces, se convirtió en su forma de reconstruir pertenencia. “Escribo los libros que pensé que faltaban”, afirma. Y aunque el título del libro proviene de uno de los cuentos, Un Playlist para Alejandra funciona como metáfora de lo que ofrece: una selección precisa, íntima y variada de relatos que, como canciones, pueden impactar en un segundo y quedarse para siempre. “El cuento tiene esa inmediatez que a veces la novela no. Y en América Latina, además, ha sido una forma de pensar la política, el amor, la muerte.”
Este libro es solo el primero de ocho que publicará con BECREA. “Ahora tengo libertad para mostrar quién soy como autor”, señala. Si algo deja claro en esta entrevista es que su obra no solo busca entretener, sino también preservar una memoria: la del pueblo palestino que resiste en cada rincón del mundo, incluso desde una isla del Caribe.
