- Sin categoría

Lina Meruane: «La violencia no se va a acabar hasta que no termine la ocupación»

  • La destacada escritora chilena, autora de obras que han traspasado fronteras y han sido galardonadas con los más distinguidos premios, se ha sumergido en el conflicto palestino, nadando en aguas que ya domina a la perfección. Actualmente, se manifiestan muchos tópicos que en su libro “Palestina en pedazos”, ella expone contundentemente. Hoy, ella se solidariza con las víctimas del conflicto palestino.

Lina Meruane, que además de escritora es académica y crítica literaria, tiene un significativo legado en el ámbito cultural y literario de Chile y el extranjero. Su enfoque en la autobiografía y la reflexión, ha resonado con muchos lectores. Su carrera va en auge y más ahora, con dos nuevos libros: el ensayo autobiográfico “Señales de nosotros” y el libro de cuentos “Avidez”.

Clara en sus análisis, contundente en sus respuestas y muy segura de sus argumentos, nos habla de lo que ha investigado con minuciosidad; el conflicto israelí palestino. Escéptica sobre las bases y la ideología con la que se está describiendo la intensificación de este conflicto histórico, cuestiona el discurso político que se usa hoy. Además, la escritora insiste en que, si no se contextualiza, compara y examina con cuidado la historia palestina y el sufrimiento de su pueblo, no podemos entender esta violencia que se reactiva cada cierto tiempo. Hoy, peor que nunca.

Dedicas buena parte de “Palestina en pedazos” (reedición ampliada de tu anterior “Volverse Palestina”) a analizar el conflicto desde el punto de vista del lenguaje. ¿Cómo te das cuenta de que el éste sirve para cristalizar versiones de la historia que no se corresponden con la realidad?

R: Como escritora, lectora y crítica sé que no todo narrador ni toda narración es confiable y que el acto de lectura debe ser siempre a contrapelo. Este saber lo llevé a la escritura de mi libro, una reflexión sobre el lenguaje en zonas de conflicto donde éste se vuelve esencial en la producción de una propaganda que justifique e incluso legitime la toma de tierras y el asesinato sistemático.

La situación colonial que sufren los territorios palestinos ocupados y sus gentes me parece paradigmática de esta operación lingüística: desde su fundación, Israel niega la existencia de los palestinos aduciendo que los territorios que tomaron en 1948 estaban “vacíos” y que ellos, los israelíes, hicieron “florecer el desierto”. Un “desierto” estaba lleno de familias palestinas, por más que los campos estaban llenos de olivos y de árboles frutales. En esta maniobra de borradura se ha negado incluso el nombre (y los símbolos nacionales) de la Palestina histórica usando, en vez, el nombre de Judea y Samaria para nombrarla. Y según mi investigación, a los colonos ilegalmente instalados en Cisjordania se los llama “vecinos judíos” y al muro construido por dentro de la zona autorizada en 1967 se lo llama valla de seguridad, cosa que hace desaparecer la que cuando por fin se cierre el muro, Israel habrá anexionado otro 10% del territorio palestino.  Esta borradura y esas tergiversaciones, que detallo en mi libro, son fáciles de determinar si una se dedica, como yo me he dedicado, a estudiar la historia del conflicto.

Si para tí “Volverse Palestina” fue gatillado por la desesperación de lo que estaba sucediendo allá, hoy en medio de un conflicto feroz, ¿Cómo sientes esa impotencia de lo que está sucediendo?

R: Con incluso más desesperación y angustia que antes, porque lo que está sucediendo en Gaza, el llamado “castigo colectivo” empieza a revelarse como un genocidio planificado. Hay muchas razones para usar con convicción la palabra genocidio (que es, como sabemos, el exterminio deliberado de un grupo por motivos políticos, religiosos o raciales).  El motivo más importante es el bombardeo sistemático a la población civil palestina para eliminar a Hamas, que se refugia bajo la tierra en túneles antibombas. Hay más de diez mil palestinos muertos, más de dos mil desaparecidos bajo los escombros, entre esos doce mil se estima que un setenta por ciento son mujeres y niños. Y entre ellos, ¿cuántos son líderes de Hamás? Por cada israelí muerto hay al menos nueve palestinos asesinados. Y se trata de una gente que no tiene adónde ir porque están metidos en esa cárcel a cielo abierto que es Gaza, desde que Hamás ganó las elecciones del 2007 e Israel impuso un cerco. Digo planificado porque hay algo bien siniestro aquí: fue Netanyahu quien fortaleció a Hamás para dividir políticamente al pueblo palestino que durante décadas estuvo bajo la Organización para la Liberación Palestina (OLP) y luego bajo la Autoridad Nacional Palestina (ANP). (Este fortalecimiento está documentado y hace apenas unos días lo reiteró, al New York Times, nada menos que Ehud Barak, ex primer ministro israelí y ex ministro de defensa bajo Netanhayu. https://www.nytimes.com/2023/10/28/opinion/israel-gaza-hamas-invasion.html

Eran esperables los eventuales ataques de Hamás para justificar el derecho a la defensa que, según leía hace un par de días, ha significado más de veintiséis toneladas de bombas sobre los cuarenta y cinco kilómetros cuadrados de Gaza. Ya no hay comida ni agua potable y los hospitales ya no pueden funcionar. Es verdaderamente atroz ver esta masacre en tiempo real, ver que las potencias occidentales no le han puesto ningún freno a Israel (en algunos lugares han prohibido las manifestaciones que piden cese al fuego y han censurado a los críticos acusándolos de antisemitismo) mientras siguen financiando su guerra. Es terrible saber que es tan poco lo que la sociedad civil puede hacer, además de manifestarse como se está manifestando.

Crees que hoy, con la intensificación del conflicto, podemos volver a caer en el error de tratar esta confrontación entre “iguales”, entendiendo que la situación es de ocupación, es decir, de un legítimo reclamo en contra de esa ocupación.

R: En mi libro comento precisamente esa falsa “retórica del empate” que consiste en referirse a ambas partes como iguales. No lo son: los palestinos no tienen ni estado ni protección ni derechos ni oportunidades económicas (el empobrecimiento de los palestinos en siete décadas ha sido brutal, tanta gente que salió de sus casas para asilarse eternamente en campos de refugiados que son ciudades de cemento también bombardeadas hoy en Gaza). Israel es una potencia armamentística que cuenta con el apoyo de las más poderosas naciones occidentales; Hamás es un grupo político con un brazo armado que se surte de armas precarias por túneles y cuenta con una tecnología del siglo anterior. Esto no quiere decir que no pueda dar golpes militares en Israel o que no pueda, como está demostrado, matar a mil cuatrocientos israelíes y secuestrar a más de doscientos de ellos, para exigir que se libere a seis mil presos políticos palestinos. En efecto, lo ha hecho y ha sido un golpe terrible. Y en efecto, occidente ha calificado de terrorismo este acto mientras los palestinos que apoyan a Hamas, que no tienen más que a Hamas porque están abandonados, los califica como líderes de la resistencia. De nuevo, el lenguaje es distinto por lado y lado, y tampoco estos grupos son homogéneos, hay diferencias al interior de cada grupo, pero palabras más, palabras menos, si miramos fríamente los números, la desproporción de la represalia ante la población civil no deja de ser impactante. Se ha dicho que hacer estas distinciones es “relativizar” las cosas, pero si no contextualizamos, si no comparamos, si no examinamos con cuidado la historia palestina y el sufrimiento del pueblo, no podemos entender esta violencia que se reactiva cada cierto tiempo. La violencia no se va a acabar hasta que no termine la ocupación y los palestinos tengan su propio estado y todos los derechos que la comunidad internacional le prometió hace casi un siglo.

Lina Meruane.

Está claro que no hay una igualdad de condiciones entre ambos bandos del conflicto. Ni política, ni económica, ni mucho menos militar. ¿Cómo piensas que se podría deconstruir el discurso de que sí lo es?

R: Está claro y sin embargo hay tanta insistencia en la igualdad, que es para preguntarse quién se inventó esta idea, con qué fin y trabajar, entonces, en deconstruir esa idea, demostrando su falsedad para evitar que se siga repitiendo como si fuera cierta. Antes que repetir hay que informarse (leyendo a los historiadores, no atendiendo a opinólogos malversadores de la verdad) y exigir que quienes hablen sobre el tema tan delicado se informen responsablemente.

Tú misma has dicho: “Guerra supone un lugar de empate, de igualdad, cuando en realidad, hay un país intentando tomar otro”. Hoy más que nunca, ¿sientes que el lenguaje está habitado por la política?

R: Sí, pero siempre lo ha estado. Fíjate que la palabra guerra y guerra civil la usó en Chile la Junta Militar y, ahora, quienes todavía apoyan dictadura, están dando a entender que los bandos estaban en igualdad política y militar cuando lo que estábamos viviendo era terror de Estado contra una ciudadanía vulnerable y mayoritariamente desarmada.  “Guerra” es la palabra que se suele usar para describir la situación de Ucrania que, en rigor, está siendo invadida por Rusia. Lo interesante es que cuando decimos guerra también pensamos de igual manera y suspendemos la discriminación de lo que pasa sobre el terreno. No es un fenómeno reciente: el lenguaje siempre ha sido un campo de batalla en sí mismo y siempre ha podido ponerse al servicio del poder. Pasa, entonces. que hay que interrogar el lenguaje que usan los otros e incluso el que usamos cada una de nosotros, cuidando de no caer en la ingenuidad de que éste es transparente y mimético. Hay que pensarlo y usarlo con cuidado, críticamente.

Muchos palestinos sienten su nacionalidad arraigada a una noción traumática de sufrimiento, de opresión. Hoy más que nunca se hace latente. ¿Crees que sea muy tarde para redefinir esta noción por una de un pueblo realmente resiliente?

R: Eso es, precisamente, pensar críticamente. Las nociones de trauma y de victimidad remiten a un sufrimiento pasivo, son palabras que sentencian a quien se identifica con ellas (o es catalogado de tal) a quedar eternamente prisionero de ellas. La noción de resiliencia, sin negar el sufrimiento, apunta a una resistencia vitalista, que permite una superación del trauma.  Algunos palestinos se identifican como sufrientes e incluso rechazan a quienes pertenecemos a la diáspora porque no hemos sufrido lo que ellos. Yo he estado en medio de esa discusión: un académico palestino me dijo una vez que sin haber sufrido no podía identificarme con la causa palestina y menos “volverme” palestina.

Sin embargo, una académica palestina se opuso tenazmente a esa idea y dijo que había que pensar en otras formas de identidad positiva y aceptar que quienes, como yo, no hemos sufrido la humillación, el despojo, la violencia de estado y los bombardeos, éramos la diáspora de la comunidad. Se puede apoyar a la comunidad, como parte de la resistencia, y también así, y de tantas otras maneras a través del tiempo y la distancia, se puede ser palestina.

Por: Carolina Jadue Zaror.

Deja una respuesta