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La ruta de la solidaridad

  • Lorena Álamo y Felipe Viterbo tenían sus carreras odontológicas pavimentadas. Cada uno con sus clínicas y pacientes. Sin embargo, un llamado en común los unió para recorrer el norte de Chile, en busca de llevar su práctica médica a todos quienes no tenían acceso a ella. Hoy, su proyecto traspasa fronteras y marca un precedente en la odontología actual. Esta es su historia que compartieron con Al Damir.

Contra todo pronóstico y después de aplazar la fecha inicial de partida, por la llegada del Covid-19, un inolvidable veintiocho de diciembre de 2020, Lorena Álamo Jadue y Felipe Viterbo González -ambos hijos de dentistas- cerraron un par de bolsos y lo indispensable para vivir, convencidos de que el destino les deparaba una hermosa y prometedora misión. Esperanzados, dispusieron de todos los equipos médicos para su cometido y terminaron de organizar el diminuto espacio de un camper, para ir en busca de su sueño: llevar atención odontológica a tantos rincones del norte de Chile como fuera posible.

Lorena es hija del destacado cirujano maxilofacial, Samy René Álamo Álamo (QEPD), quien, con bondad y abnegación, se dedicó a la odontología durante cincuenta y cinco años de su vida. También fue docente de la Universidad de Chile, Universidad Mayor y prestó servicios en el hospital de Carabineros, donde se jubiló con el grado de Coronel de Sanidad.

Ella tiene su legado en el alma. No sólo la clínica que dejó el cirujano en sus manos, sino también al recordar las tantas maneras en que su padre ayudó -a través de su profesión- a quienes no podían costear sus servicios profesionales. Con el mismo espíritu, es que para Lorena y Felipe (alumno del doctor también), nació esta gran iniciativa filantrópica.

Seguros que sería un paréntesis importante en sus carreras -uno que estaban dispuestos a asumir- se acomodaron en los seis metros cuadrados que sería su hogar durante muchos meses. Sólo con lo imprescindible, en cada centímetro de la casa rodante estaba plasmada su identidad, propósito y un gran anhelo en común. Uno que finalmente los unió como pareja y matrimonio.

Faltando sólo tres días para que acabara el año, abrieron el mapa, de cara a una carretera árida y soleada. Un horizonte frente a ellos y una gran aventura que ellos definieron como una misión de vida, seguros que el bien social sería gratificante para muchos chilenos que, incluso, nunca habían visitado un dentista.

Su primera parada fue en la Sexta Región, en Pichilemu, donde empezaron con una marcha blanca, atendiendo a 37 pacientes, gracias a la ayuda de la Capitanía de Puerto de Pichilemu. Ese debut fue el empuje para que su coraje les siguiera regalando la entereza necesaria para llevar a cabo una desinteresada misión. Con el pasar de los días y los meses, instalaron a lo largo de su trayectoria, diecinueve clínicas dentales y atendieron a miles de pacientes, en lugares donde no hay remota posibilidad de acceder a la salud dental e incluso para ellos mismos era difícil instalarse.

Todo auspiciado por sus ahorros, las donaciones que recibieron de marcas odontológicas, auspicios, rifas, ventas de sonrisas en su página web, regalos y una alcancía, que los mismos pacientes fueron llenando en la medida de sus posibilidades.

En la alcancía, cada paciente de Odontoruteros depositó su gratitud, sin saber que toda esa energía los impulsaba con más esperanzas, a creer en su proyecto y en hacerlo crecer, soñando con poder seguir aportando a la sociedad, de la manera en que lo venían haciendo. Así fue como decidieron dar el siguiente paso.

ESPERANZA EN LA RUTA

Con más de un año viajando y más de mil quinientas sonrisas en sus corazones y en su historia como “Odontoruteros”, construyeron, a pulso, su fundación. Esta vez, sumando dentistas que tuvieran las ganas y el ímpetu de aportar con sus conocimientos y en hacer la misma labor que ellos habían hecho. Siempre, desde la solidaridad y el amor por la profesión. Su último destino fue Tulahuén, en la Región de Coquimbo. La ciudad natal de su padre. A él, lo llevó en el corazón durante cada kilómetro recorrido, en cada paciente atendido y en cada sonrisa regalada. Todo lo que le enseñó a ella, su única hija mujer, fue replicado con amor y tesón.

Llegaron de vuelta a Matanzas, el lugar donde ambos decidieron radicarse como familia y profesionales, el último día de enero de 2022, después de catorce meses en ruta. Descargaron todo el equipo médico que venían cargando en el camper y se volvieron a instalar en su clínica frente al mar, con el corazón cargado de gratitud y del deber cumplido.

Gracias a todas las prácticas sustentables que llevaron a cabo durante cada atención odontológica gratuita, es que el Colegio de Dentistas de Chile, los nominó a un premio internacional de “Odontología Sustentable” que será entregado por la Federación Dental Internacional (FDI), en el Congreso Mundial de Odontología en Sydney, en septiembre de este año.

“Estamos orgullosos de trascender esta iniciativa más allá de lo que algún día imaginamos, porque antes que todo, este proyecto salió de nuestra alma. Pero no sólo eso, que se valoren prácticas sustentables, es un empuje para que estas iniciativas empiecen a tener eco en la práctica dental”, nos cuenta Lorena con entusiasmo.

Hoy, sueñan con una flota de camionetas Odontoruteras, realizando operativos por todo Chile. Mientras, se han enfocado en perpetuar la labor, hacer crecer su fundación y dar charlas en universidades y entidades odontológicas, contando todos los detalles y pormenores de su experiencia. Todo, con el fin de sumar adeptos a la causa y contribuir a que iniciativas así, sobren.

“Queremos invitar a toda la comunidad árabe a conocer más sobre nuestra fundación en nuestra página web www.odontoruteros.cl y en nuestro Instagram @odontoruteros como Fundación Odontoruteros. Allá podrán encontrar más detalles de nuestra iniciativa”, concluye Lorena.

Por Carolina Jadue Zaror.

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