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COMPLEJA SITUACIÓN DE LA GEOGRAFÍA PALESTINA

 

Académicos internacionales:

ANALIZAN COMPLEJA SITUACIÓN DE LA GEOGRAFÍA PALESTINA

–       Más de 60 personas participaron en el conversatorio “Israel-Palestina: Territorio, Demografía y Escenarios Políticos”, que organizó Columbia Global Center junto al Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica, el 5 de marzo.

Una sala al tope de su capacidad recibió con aplausos las exposiciones de  Yinon Cohen, Profesor de Estudios Israelíes y Judíos de la Universidad de Columbia, y Emilio Dabed, Profesor Adjunto de la Escuela de Derecho Osgoode Hall de la Universidad de York en Toronto; para luego dar paso a preguntas del público, moderadas por Jorge Sahd, director del Centro de Estudios Internacionales de la UC, en el Auditorio FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales creada por la Unesco).

En el contexto en que Trump y Netanyahu habían presentado su “Acuerdo del Siglo”, en medio de dificultades políticas internas, , este diálogo abordó la compleja situación en la geografía Palestina y la estrategia del gobierno de Israel en la materia.

A continuación detallamos el análisis realizado por el profesor Cohen  basado en su investigación “Territorio, demografía y control efectivo: un análisis de la política bioespacial de Israel”, publicada en conjunto con el también académico Neve Gordon, sobre las técnicas que ha utilizado el estado de Israel para tomar control efectivo de los territorios ocupados.

RAZA Y TERRITORIO

“Desde el comienzo, Israel marcó una distinción clara entre la tierra que había ocupado en la guerra de 1967 y los palestinos que la habitaban. Mientras que la distinción entre las personas y su tierra rápidamente se convirtió en la lógica primordial detrás de la estructura del proyecto colonial israelí en los territorios ocupados, también fundamentó las políticas territoriales de Israel dentro de las fronteras anteriores a 1967”, explicó Yinon Cohen al comenzar su exposición en la FLACSO, y agregó que “la narrativa de los sionistas liberales ha acuñado la noción de un Israel bueno y otro malo, es decir, el democrático y el colonialista, y que esto ocultaría el complejo vínculo existente entre raza y espacio”.

De las casi seiscientas localidades palestinas que existían previo a la Nakba, quinientas fueron destruidas y unos 750.000 palestinos fueron desplazados, declara Cohen, “en un proceso que hoy se caracteriza como ‘limpieza étnica’, mientras que miles más fueron desplazados internamente permaneciendo en las fronteras del nuevo Estado judío, número que fue reemplazado por judíos sobrevivientes del Holocausto y de países árabes (mizrajim)”.

“Poco tiempo después de la guerra, Israel implementó una serie de mecanismos administrativos y legales con el fin de tomar el control de tierras palestinas. La propiedad de refugiados palestinos fue clasificada como ‘abandonada’ y luego como ‘propiedad absentista’ para ser rápidamente apropiada, mientras el Estado simultáneamente confiscó gran parte de los terrenos que pertenecían a los palestinos residentes de las centenas de aldeas que habían sobrevivido a la guerra”, confirma el profesor. Esta estrategia se selló mediante el establecimiento de una administración militar (1948-1966) responsable del gobierno de los ciudadanos palestinos dentro del naciente Estado, que “confinó a los aproximadamente 160.000 palestinos que permanecieron en el Estado judío a sus aldeas, convirtiendo simultáneamente tierras palestinas en zonas militares cerradas y reservas naturales; mientras en paralelo registró su patrimonio como propiedad estatal”.

Y Cohen hace hincapié en que este modus operandi asociado al “Israel malo”, tuvo su origen antes de 1967, ya que “en 1951 el Estado tenía el control efectivo de 92% de la tierra dentro de su territorio jurídico, cuando en 1948 sólo controlaba 13,5%”.

Como señaló el profesor en su alocución, Israel sabe que “la mera apropiación de la tierra no garantiza el control efectivo ni la reconstitución del espacio o su racialización en tanto espacio judío. Utilizando la retórica de ‘dispersión de la población, Israel estableció nuevas aldeas judías para atraer cantidades masivas de inmigrantes a las áreas que continuaban siendo de mayoría palestina, estableciendo asentamientos agrícolas con el fin de asegurar el control sobre grandes extensiones de tierras palestinas”. Prueba de esto es que de los 370 nuevos asentamientos judíos establecidos con posterioridad a 1948, 350 fueron construidos sobre o en proximidad a aldeas palestinas que habían sido destruidas, al mismo tiempo que se prohibió el establecimiento de nuevas aldeas palestinas y se detuvo el desarrollo en las comunidades sobrevivientes. Un ejemplo es lo que ocurrió en Galilea, que al haber sido parcialmente  designada para formar parte del Estado palestino en el Plan de Partición de las Naciones Unidas de 1947, dio origen al proyecto de colonización de Cisjordania, donde el emplazamiento de civiles fue “un componente vital en el control étnico”.

Además, el catedrático grafica lo ocurrido en Jerusalén Oriental, cuando Israel anexó una superficie once veces más extensa que dejó dentro de sus fronteras a un 26% de población palestina cuyo estatus es de residentes, pero no ciudadanos, profundizando la fragmentación con aquellos palestinos que tienen ciudadanía israelí. Luego de la anexión, nuevamente Israel adopta la estrategia bidimensional, confiscar y enviar civiles. “Estas políticas coloniales lograron nublar las líneas que dividían Jerusalén Occidental de Jerusalén Oriental, creando un tejido urbano que está entrelazado geográficamente, pero preserva la segregación estricta entre las áreas judías y palestinas de la ciudad. Aunque las altas tasas de fertilidad palestina y, en menor medida, la emigración de judíos, llevaron a que el porcentaje de judíos en la ciudad haya bajado de 74% a 64% en los últimos cincuenta años. El aumento del porcentaje de palestinos residentes de Jerusalén, visto como una amenaza estratégica, llevó a la implementación de la política israelí de ‘deportación silenciosa’, a través de la cual se utilizan mecanismos legales-burocráticos para despojar del derecho a la residencia a miles de palestinos”.

Con los métodos ya mencionados -declarar la tierra como propiedad absentista, transformar parcelas de tierra en reservas naturales o apropiar terrenos bajo el argumento de que no habían sido cultivados durante muchos años o, de forma alternativa, simplemente mediante la clasificación de área particular como necesaria para uso militar o público (siendo lo “público” connotación de lo judío)- “para 1987 Israel ya había logrado restringir a los palestinos a un territorio inferior al 60% de Cisjordania. La apropiación de tierra ad jure dio lugar a la anexión de facto, mediante la fundación de asentamientos judíos, rutas alternativas y, posteriormente, la construcción de una barrera de separación. En numerosas instancias, este proceso operó también en la dirección contraria; es decir, la apropiación de facto dio lugar a la confiscación ad jure, como ha sido el caso de los asentamientos no autorizados”.

Después de los tratados de Oslo, asegura Cohen, este proceso de competencia étnica ha continuado. “De los 430.000 colonos viviendo en Cisjordania a fines de 2018 (excluyendo Jerusalén Oriental) aproximadamente 150.000 son judíos ultraortodoxos. Este grupo ha aumentado treinta veces su tamaño en el período, pasando de constituir 5% de los colonos a 35% en la actualidad, convirtiéndose así en una de las principales causas del crecimiento demográfico judío en la zona”. En tanto, añade “el gobierno explotó la pobreza de los judíos mizrajim ofreciendo viviendas económicas y otros subsidios a quienes estuvieran dispuestos a mudarse a Cisjordania. En este caso, el gobierno aprovechó las tasas de natalidad extremadamente altas que caracterizan a este grupo (cerca de 7 niños por cada mujer), lo cual garantiza que el crecimiento demográfico natural sea hoy considerablemente más alto entre judíos que entre palestinos. En consecuencia, el crecimiento natural es hoy la principal causa de crecimiento en la población de colonos. Incluso si el gobierno israelí dejara de reubicar a sus ciudadanos en Cisjordania, la cantidad de colonos aumentaría sustancialmente de todas formas, produciendo un espacio cada vez más judío” (ver gráfica).

A modo de conclusión, Yinon Cohen indica que es un error considerar las políticas israelíes en Cisjordania y en Jerusalén Oriental como un fenómeno secundario o algún tipo de desviación. “La novedad de la forma israelí de colonialismo es que, a lo largo de décadas ha logrado no meramente sobrevivir, sino prosperar. Esto es posible por el apoyo incondicional de casi todas las democracias liberales, lo cual es sorprendente en la era postcolonial. Esto se debe, en parte, a la percepción internacional de que Israel es una democracia. La ironía trágica es que las políticas bioespaciales israelíes han generado un único Estado de apartheid judío-palestino”, afirma.

CRISTINA CORREA SIADE

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